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I.

Debo reconocer que desde que decidí diversificar mi grupo de amigos, varias expresiones que antes no utilizaba (por raras o por su discutible corrección sintáctica) ahora son comunes para mí: “tengo la cabeza crackeada”, “estoy fisura”, “disfrute a pleno”, “mis afectos”, “sos una enferma de la cabeza tuya”. Fácil distinguir cuál es el espíritu que desde entonces habita mi accionar cotidiano, supongo.

Una expresión en particular es la que tengo ahora en mente: “me partió la cabeza”. Sumo énfasis el de esta frase. Por lo mismo, de uso restringido, para no menguarle eficacia.


II.

Hace un par de días encaré el armado de un nuevo blog en el que no voy a ser la única autora; pertenece (o va a pertenecer) a un equipo de estudio completo.

En mis ensayos de diseño, subí un par de fotos. Al día siguiente, borré todas. No eran Entradas “en serio” para un espacio virtual con tamaña formalidad. Sentía que irrespetaba a mis colegas.

Decidí entonces escribir algo, probablemente una reseña para algún nuevo libro que pudiera ser interesante difundir. No tuve que pensarlo mucho: Plegarias del humo, de Jorge Curinao, fue mi primera elección. Un libro de poemas con calidad de escritura, supuse; todavía no lo había leído completamente, sólo un par de versos al azar. Pero suponía que mi presentimiento podía ser autorizado por el antecedente, Sábanas de viento, publicado en 2006.

Escribí entonces un párrafo de cuatro renglones, más dos o tres oraciones sueltas, sin mucha conexión.


III.

Interesante esto de mis “cambios léxicos” como consecuencia de mis “cambios de cabeza”. Adhiero a la teoría de que el lenguaje no refleja la realidad de los individuos que lo utilizan; sin embargo, en mi caso sí se pueden rastrear muchas cosas nuevas a partir de mi manera de hablar. No todo, obviamente, pero sí ciertos giros importantes que ha dado mi vida en los últimos tres años. Bah, “giros importantes en mi vida” es mucho decir. Mejor, la decisión de optar por otras perspectivas, por otras situaciones y por aires más frescos, pese al considerable aumento del nivel de humo cigarríllico que últimamente despido a todas horas.

Mis amigos no se quejan, ellos también fuman. Ellos, los en gran medida culpables de la “ampliación nefasta” de mi vocabulario. Digamos que una manifestación del afecto que sentimos unos por otros es este encuentro en un lenguaje común, como ha sucedido desde siempre en la vida del hombre. Nada más antropológicamente pronosticable que un grupo de amigos hablando, todos, con el mismo código. Es la panacea de mi vida adulta. Somos el Séptimo Círculo para los guardadores de la formalidad y las buenas costumbres (yo en realidad creo que, en todo caso, si nos dieran a elegir habitaríamos la novena fosa del Octavo Círculo, ese lugar reservado para los escandalosos, los cismáticos y los herejes).


IV.

Es difícil escribir. Mucho más, sobre literatura. Peor, si es poesía. ¿Y encima con registro formal? Demasiado escabroso si además tengo que considerar que varias almas escrutadoras van a visitar con frecuencia ese blog.

Corrí entonces a refrescar mi memoria con textos teóricos que me permitieran salir no del todo patéticamente de semejante desafío, por eso interrumpí la escritura.


Busqué.


Nada.


Fui entonces a la fuente: el libro de Jorge. Me recosté en la cama con un lápiz negro y varios papelitos adhesivos para marcar “hitos” de análisis.

Y fue cuando me encontré plenamente con la poesía de Plegarias del humo.



V.

Entre mis amigos hay varios que conocen personalmente a Jorge Curinao. Todos ellos coinciden en que es un chico tranquilo, esencialmente bueno, de hablar poco, perfil bajo.

Me he preguntado un par de veces qué haría alguien como Jorge en medio de una de nuestras habituales reuniones. Supongo que se reiría mucho, porque mis amigos y yo siempre nos reímos mucho. Pero quizás después de un rato se aburriría; a las conversaciones nuestras las va envolviendo, transcurridas las horas, un vapor etílico, y así van adquiriendo un cariz que dificultosamente pueda ser seguido por alguien que no comparta la etiqueta excusadora de “bebedor social” que nosotros ostentamos.

Una pena. Porque pude conversar personalmente sólo una vez con Jorge y desde entonces tengo la certeza de que las descripciones que hacen de él mis amigos son luminosamente exactas.


VI.

Plegarias del humo es un libro de noche. No de “noches”, al estilo “poesía maldita”. Nada más lejos de la bohemia, el intelectualismo y la vida disipadamente atormentada de los poetas del XIX que este atado de poemas. “Atado”, como los cigarrillos que se fuman de noche para exhalar soledades y tristezas remotas, aún sabiendo que un residuo venenoso queda por dentro.

Ciertamente, más que análisis formales estos poemas despiertan sensaciones empáticas con las del yo que las enuncia. Todo un problema para escribir “formalmente” en un blog de etiquetas académicas si el dolor oscuro que le revuelve las entrañas oscuras punza de igual manera nuestras propias entrañas. Entre la melancolía y la tristeza absoluta: así me dejó la lectura.

Intenté entonces lo que (supuse) se me presentaba más llano: describir el arte de tapa. En ese instante recordé que mis conocimientos sobre Plástica, Gráfica y cuestiones por el estilo no son para nada limitados. Son, de hecho, nulos. Abandoné por ende mi primera hipótesis para encarar la escritura.



VII.

Generalmente, en nuestras reuniones de cualquier-día-a-cualquier-hora, charlamos sobre literatura. O leemos poesía. Algunos de mis amigos son poetas (por eso conocen a Jorge, una cuestión de metièr), otros estudian, estudiaron o estudiarán Letras. Pero ninguna de estas situaciones se riñe con el tema de nuestro lenguaje coloquial (“vulgar”, probablemente sentenciarían Rodríguez Adrados o Henríquez Ureña). La poesía que moldean se nutre del habla real, no de reglas hipotéticas. La calidad de sus escritos aborda otros indicadores, que tienen más estrecha relación con el fondo que con la forma. La búsqueda de la perfección, para ellos, pasa por lograr un grado de “autenticidad humana” (idea que utilizo a modo de rotonda, para no entrar en el tema de lo social) que, por definición, medule la escritura tanto como la vida. Esa simetría no resigna, sin embargo, la posibilidad de crear una literatura que les permita ser al mismo tiempo un Yo y un Otro, que al mismo tiempo engendre otro posible Yo, y así hasta el infinito de cada interpretación lectora.



VIII.

Prólogo de Sebastián Tresguerres (con cuyos libros he disfrutado, admirado, me he reído y he insultado en voz alta), segunda hipótesis para escribir. Abandonada igual que la primera: demasiado liviano para ser el umbral de una densidad existencial como la que se despliega en los versos de Curinao. Pienso que quizás esas palabras tan generales para mí encierren alguna clave profunda, decodificable sólo por estos dos poetas, amigos (cuentan mis amigos) hace ya un par de años. Es probable, pero no tengo la certeza

.

En la contratapa, palabras de Carlos Besoaín, poeta cuya escritura nunca me gustó del todo. Sin embargo, logró en poco más de una docena de renglones presentar prolija y (al menos en apariencia) más comprometidamente la figura del autor. Recorté las palabras finales:

… Un poeta brillante ha nacido en el sur:

cuídelo el lector leyendo sus poemas.

Se llama Jorge Curinao, nació hace 30 años

en Río Gallegos y usted tiene entre sus manos

su segundo libro…

Y ya no me quedaba otra alternativa: debía enfrentarme a la escritura “formal” de una escritura visceral. ¿Cómo me desplazo entre uno y otro polo sin desnudarme demasiado, sin caer en el patetismo sentimentalista de alguien que reniega de su pasado adolescente de lectora de novelas rosa?


IX.

Si algo marcó mi infancia, mi adolescencia y mis primeros años de juventud, fue la capacidad esforzadamente conciente para adaptarme a los cánones de una sociedad tradicionalista. No resulta sorpresivo, por lo mismo, que llegando a los 30 años me dedique a desteñir progresivamente esa misma capacidad, por entender que es un esfuerzo innecesario.

Ésta es una de las claves que me mantiene tan aferrada a mi grupo de amigos. Para permanecer en él, es condición indispensable la autenticidad. Censuramos nuestras miserias y alabamos nuestras grandezas con el mismo entusiasmo. Estando con ellos no necesito de posturas rígidas. Son pacientes con mi metamorfosis. No me observan para criticarme, mucho menos para aprender de mí: dos enormes pesos que me saco de encima, entonces.

El único problema es que siento un profundo temor de equivocar los comportamientos en los espacios; es decir: me aterra pensar que puedo dar clases o mantener una disputa teórica con algún colega universitario y concluir con la invectiva “¿Sabés qué pasa, en realidad? Pasa que sos una enferma de la cabeza tuya”

Me guste o no, mis competencias sociales pasan por la adecuación. No puedo escribir para un blog del equipo de investigación, por ejemplo, utilizando las mismas expresiones que en las charlas con mis amigos.


X.

Finalmente, encontré la respuesta: no escribir para el nuevo blog sobre el libro de Jorge Curinao. No voy a hacerlo, simplemente porque no puedo. ¿Qué dirían mis colegas, o las almas escrutadoras que visiten el sitio, si ven una primera entrada con lo único que puedo decir sobre estos poemas?

Plegarias del humo, de Jorge Curinao: un libro que me partió la cabeza”.



NAUFRAGIO

De tanto estar solo

setenta veces dije tu nombre.


Ya no estoy solo

setenta preguntas me acompañan.

Jorge Curinao (2009)



6 comentarios:

Claudio dijo...

Patricia, celebro que renueves tu espacio y también esa necesidad de seguir diciendo y aportando tu visión sobre lo que se escribe en estas pampas. Aprovecho para aportar algo sobre Jorge a quien considero un compañero de ilusiones. Ahí va.

“Y si uso camisa.
Y me pongo corbata.
Y me descubren.”

Ordenar pensamientos y palabritas no es algo que todos puedan hacer correctamente, o con un resultado final conmovedor. A Jorge lo conozco hace muchos años, desde que era un pibe con sueños de goleador. Hoy, que alienta nuevas ilusiones pero se encuentra un poco lejos del arco rival, creo que coincidirá conmigo en que los poemas son a la literatura lo que las gambetas y paredes cortas al fútbol.
Jorge es la venganza del pibe de barrio, que estando en el barro, nunca dejó que nadie embarre su alma. Para mí es doblemente conmovedor referirme a él, porque conozco su vida y también parte de su prolífica obra poética.
Para finalizar, y en retribución a todos esos versos que nos viene regalando, diría que “sus poemas son refugios donde siempre cabe un alma más”. Gracias.

Claudio Álvarez

Fernanda Maciorowski dijo...

hola Moro. te llegó mi carta???

saludos

cuper f

macadamia dijo...

hola moro, volviste!!! iupiiii

La Moro dijo...

CLAUDIO: Muchas gracias por el aporte. Coincido con tu apreciación y, como dice la contratapa del libro de Jorge, "cuide el lector" a este nuevo poeta, una rara excepción en la ciudad.

FER: ¡¡¡¡¡Yo te respondí!!!!! Es probable que el mail no te haya llegado porque hotmail a veces me hace esas jugadas. De hecho, en uno de los colegios en los que trabajo me solicitaron (por el mismo motivo) que abriera una cuenta en yahoo, así que voy a reenviarte el mail original desde esa dire. ¡Besotes y muchas muchas muchas gracias!

CLAU: Y sí, he volvido. Yerba mala, dicen... =) ¡Abrazote!

Anónimo dijo...

Bien ahì, Moro.
A renovar que se acaba el mundo!!

Salieri de Girondo

Anónimo dijo...

Los dos libros que mi esposo me consiguío en uno de sus viajes a Río Gallegos, Sábanas de viento y Plegarias del humo. Me encantan, porque eso es lo que hacen: encantarte.

Saludos a Jorge Curinao.

Luna.